Tomar Distancia
"Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez" (Principio de Hanlon)
De niño tuve el infortunio de transcurrir mi educación primaria en medio de la rigurosidad de una dictadura gobernando en el país: formaciones casi militares en la entrada del colegio, marchas en las fechas patrias alrededor de la plaza, practicando en los días previos, claro, incluso con intentos de sincronización de los movimientos de grupo que darían envidia en la Plaza Roja, sobre todo cuando debíamos girar la cabeza en el momento exacto delante de las autoridades de la ciudad. Era lo normal, cualquiera puede entenderlo.
Uno no se da cuenta hasta que lo reflexiona, pero “tomar distancia” significaba para mi una obviedad, la rutina de organizar una fila ordenada por altura -como corresponde, ¿cierto?-, levantando el brazo en silencio, tocando levemente el hombro del que estaba por delante. Desconozco si ahora la cuestión está más normalizada, si quizás incluso se fueron al otro extremo del péndulo, ese que se resiste a quedarse quieto en la mitad, de tanto tironeo. En algún momento, en algún lugar, en algún verso de este multiverso en el que vivimos debe haber un balance, quiero creer.
La segunda vez que debí “tomar distancia” fue durante la pandemia. Todos lo hicimos, ¿no? Distanciamiento social le decíamos al principio, hasta que nos dimos cuenta de que en verdad debía ser solamente un distanciamiento físico, porque si nos distanciábamos socialmente, corríamos el riesgo de sufrir igual, pero de angustia. Al menos de eso nos avivamos a tiempo y supimos resguardarnos y resguardar a aquellos con mayor riesgo, lo mejor que pudimos.
Para algunas cuestiones más profundas tardamos más tiempo: aún hoy se discute en ambientes académicos y médicos si el virus quedaba suspendido en el aire o caía a tierra rápidamente. Por suerte no entramos en esas, fuimos dejando las discusiones sin fundamento cuando la ciencia nos acercó la vacuna en tiempo récord, aunque no evitamos hablar de la efectividad de cada una, como expertos que siempre fuimos. No quiero siquiera imaginarnos debatiendo que si “airborne” o si “droplet” -como sea que se diga en español- y sus consecuencias. Ya bastante tuvimos con lo que vivimos.
Y tomamos distancia, claro que lo hicimos, si aún hoy veo las señales desgastadas en el piso de centros comerciales y supermercados…
Pero tomar distancia a veces también es bueno, es sano. Posibilita, entre otras cosas, evitar el Principio de Hanlon que mencionaba al inicio de mi relato de esta semana. Y es así: nada mejor que poder entender la diferencia entre maldad y estupidez, le da a uno otra perspectiva, le facilita el camino para pelear las peleas que merecen la pena. Salirnos de ese día a día que nos abruma y no nos deja pensar. Al final, variar los puntos de vista nos permite comprender lo que realmente sucede, lo que importa.
No se escape, amigo mío, no es tan filosóficamente denso lo que quiero contar hoy. Deme una oportunidad, ya verá que volvemos a centrarnos.
Es solo que, de verdad, necesitaba TOMAR DISTANCIA.
Recalculando…
Lo mejor de equivocarse es poder aprender de los errores. No siempre lo hacemos, obviamente, pero ese es el mejor resultado, si lo sabemos capitalizar.
Quise hoy tomar distancia y volver sobre mis pasos, releer algunas de las cosas que decía allá tan lejos como a principios de este año. En mi primer newsletter de verdad, luego de mi bienvenida, decidí entrar de lleno en eso que se estaba empezando a poner de moda. Tan bruto y tan ingenuo como que el 4 de febrero de 2023, con muy poco estudio, emití mi primera opinión sobre la Inteligencia Artificial Generativa. Me respaldaba cierto sentido común, me respaldaba la arrogancia (¡ups!). Debo confesar que, exactamente seis meses después, con mucha lectura obsesiva y estudio autodidacta a cuestas, tan errado no estuve. Los temas críticos ahí se enunciaban, bien temprano:
Código abierto,
propiedad intelectual,
privacidad,
defectos que se corregirían con el tiempo,
sesgos humanos,
evolución en los hábitos de consumo.
Bruto de toda brutalidad, también decía:
“Parece que estamos más nerviosos y más críticos por lo que sucede con ChatGPT que por la multiplicidad de dedos de los AI generativos de imágenes. A mi, honestamente, me impresiona un poco más eso, me cuestiona los tiempos para tener mejoras en las imágenes y los videos automatizados con AI, la falta de data adecuada, como sugiere la nota de BuzzFeed.” (si, en esa época escribía ChatShipití como corresponde)
En estos seis meses, no solamente estoy usando aún maravillado los resultados de Midjourney (haciéndome el distraído de los puntos 2 y 3), sino que hasta cerraron Buzzfeed News.
Medio año. Una eternidad que nos llevó de juguetear con las imágenes defectuosas, pasando por los deepfakes que nos comimos como fake news (¿en serio?), a terminar por cuestionarnos, esta misma semana, si el futuro de la música será principalmente sintético.
Ya iba dejando en el camino mis ideas sobre ese tema, como guijarros para no perderme, aquí, aquí y aquí.
Ya Google había anticipado en mayo sus intenciones. Pero en esa pelea de grandotes, Yann LeCun propuso otro de esos atajos de Meta, y nos liberó de frente sus algoritmos. Pena que Elon sigue sin permitirme embeber los “x’s” (o como sea que deba llamarlos ahora), porque estaba lindo el del francés: breve, sutil, a fondo.
Ya Meta nos dejaba su “regalo” esta semana, entonces. Vaya uno a saber si una joya o un caballo de Troya. Pero aquí están AudioGen y MusicGen.
Como anécdota y coincidencia interesante, esta misma semana Gustav Söderström, CTO, CPO y co-Presidente de Spotify, luego de 1 hora y 26 minutos de clases, nos explicaba como funciona la abstracción de la música para estos algoritmos:
¿Quieren música? Ahí tienen música. Vayan a demandar a Ed Sheeran, si pueden.
"Quis custodiet ipsos custodes?" me preguntaba hace unos meses. ¿Quién controla a los que nos controlan?
La FTC empieza a investigar a OpenAI y las preguntas son tan obvias que asustan.
Preguntas sin respuesta, aún hoy y por bastante tiempo más, creo personalmente. Iniciativas sobran, decisiones faltan, voluntad… eeehhh… un juego de geopolítica cada vez más claro. Palabras en el aire… “airborne” sintético.
Como menciona este buen compendio de Vox sobre lo que se está debatiendo en EE.UU.:
“Todo eso hace que ahora sea un momento particularmente sensible para el futuro de la IA. Hay una idea en la política tecnológica llamada el dilema de Collingridge : cuando una tecnología es novedosa, es más fácil cambiar su dirección o regularla, pero también es mucho más difícil saber cuál será el efecto de la tecnología. Una vez que se conoce el efecto de la tecnología, ese efecto se vuelve más difícil de cambiar.”
Maldad o estupidez. La diferencia entre pesimismo y optimismo se llama… realismo.
Ustedes deciden, como les preguntaba hace exactamente seis meses:
“Yo soy el primer aliado, el primer impulsor. ¿Ustedes? Me interesa su opinión, me interesa saber si lo que hablaba con Ricardo en la radio lo consideran adecuado, les parece bien orientado. Sigo aprendiendo todos los días sobre este tema, me apasiona.”
Yo ya me voy a ir yendo. Ojalá me sigan siguiendo. Gracias.