Debo confesar que he venido teniendo suerte. Cada semana, mientras pienso de qué quisiera escribir el siguiente sábado, aparecen ciertas luces que se van encendiendo; temas sueltos, difusos, incluso dispersos entre sí, que se terminan encadenando y me permiten organizar un relato estructurado. O al menos eso intento que parezca, más o menos forzadamente.
Me di cuenta en estos días de que, en más de una ocasión, esa tenue iluminación se da cuando escucho algún Podcast de la industria. Esta vez sucedió mientras un grupo de expertos hablaba de AutoGPT y la aceleración en los usos de la Inteligencia Artificial generativa con estos nuevos agentes que facilitarían cierta automatización. ¿Tan rápido se terminaría el ingeniero de prompts? Sería la profesión más fugaz de la historia.
Una moda que vaya a saber uno cuánto durará. Una novedad que quizás esté intentando imitar ser una AGI, un copycat de esa futura, hipotética y ya tristemente célebre “Inteligencia Artificial General”. ¿Será un nuevo atajo hacia el futuro o un fake, tal vez, como ese ChaosGPT surgido debajo de sus cobijas? Solo el tiempo -etéreo o persistente, pero no eterno- dirá. Quien sabe hasta donde llegaremos: una de tantas AGIs versus “la” AGI, como uno de varios Metaversos en vez de “el” Metaverso. Avances imparables, postulé hace algunas semanas. Filosofía barata y zapatos de goma, diría, como ya alguna vez enuncié, el genial bi-gote bi-color.
Aquí les dejo ese largo debate, para quienes gusten perderse en la neblina artificiosa…
Y es que desde este nuevo hype, la charla pasó a tratar muy seria y profundamente la necesidad, o no, de regular esta práctica. Y ahí me cerró el círculo (otra vez) de distintos temas que me interesaron en la semana y me llevaron a un punto focal: los gatekeepers que acorralan y rodean al universo digital. Gatekeeper, palabra repetida últimamente en varios relatos de terceros, pero cuya definición se me hace un poco sinuosa, resbaladiza, inasible.
Entonces, ahí vamos. Tomen una hoja y anoten (nah, mentira, con que me tengan paciencia y lean con atención y mente abierta, alcanza):
Cancerbero: 1. m. y f. coloq. Portero o guarda severo o de bruscos modales.
De can y Cerbero, perro de tres cabezas que guardaba la puerta de los infiernos, según el Canto Sexto del Infierno de la Divina Comedia del Dante.
Gatekeeper: portero, guardabarrera.
No, Google, con esa traducción tan “berreta” no llegamos a ningún lado. Así no. Vamos por la definición formal, según Cambridge, al menos:
Gatekeeper: someone who has the power to decide who gets particular resources and opportunities, and who does not.
Ahí va queriendo: ¿cuántos y quiénes son esos que tienen realmente el poder en Internet para elegir al que obtiene recursos y oportunidades y al que no? ¿Existen? ¿No era que Internet era un mundo abierto e interconectado, lleno de standards definidos en comités de consensos? La promesa de una OpenUé no debería tener cancerberos, pero quizás fue solo eso: una promesa ingenua.
¿Suena muy profundo el tema? ¿Aburrido? Aguanten, esperen, lean, quizás sea interesante. Lo he dicho varias veces: si el consumo online, ese universo digital ubicuo (como estoy hoy con las palabras difíciles, ¿nosierto?) se consolida y se mete de lleno en el día a día de las personas, mejor tratar de entender qué hay por debajo, develar ciertos secretos. También he dicho: me siento responsable de algo de eso, por mis hijos más pequeños, principalmente.
Sé que en breve me voy a secar de historias y es probable que me repita (¿en breve? Mmmmhhh). O que deje de escribir, o deje de tener regularidad. O tenga que inventar un modelo distinto, menos ensayo y más contenido corto, quien sabe. O quizás siga teniendo suerte. Quien sabe. Pero, mientras tanto, quiero dejarles mis dos centavos sobre el tema. En verdad, tres centavos.
¿Cómo amaneciste hoy Elon? ¿A quién vas a odiar en estos días? Al final, este remanso visual terminó siendo un momento de catarsis. Y seguirá siéndolo hasta que Musk me devuelva los embebidos, que mi chulito azul no me importó nunca.
Hoy quería recordar a Harry Belafonte, que murió esta semana. Y quería hacerlo con ese video íntimo de aquella grabación de USA for Africa, cuando todas las figuras se pusieron a cantar a capella, espontáneamente, su Banana Song. Hubiera sido lindo que no tuvieran que clickear el link, pero bueno, así es la vida. Al menos mi problemita con Twitter es un poco menos grave que el de Obama, digamos todo.
Ah, si, si: Bob Dylan está como perdido también en este video, se ve que no le dieron de la buena ese día, para mi que no fue el pitch de la canción.
Dicen que Fernando Savater dijo: “las personas que piensan distinto de nosotros son los guardianes de nuestra cordura”. Bienvenida la disidencia en Internet, pero a mi al menos, me gustaría que fuera sin guardianes, que estoy grandecito y mis locuras ya son endémicas. ¿A ustedes?
Esos Bullers grandotes
Voy a cometer un sacrilegio: me toca criticar esta semana a uno que admiro, y usarlo como ejemplo claro de los excesos de estos cancerberos digitales de los datos, los usuarios y la tecnología. Los intermediarios que se han ganado su posición frontal de privilegio con el consumidor, pero obligan al resto a atravesar sus reglas y caprichos, siempre cambiantes, siempre a su favor, pero argumentando -también siempre- que lo hacen a favor tuyo y de la humanidad, obvio. Si quieres aprovechar “sus” plataformas, “sus” usuarios, “sus” datos (no, eso ya no, que el siguiente cancerbero les dio la mejor excusa), te toca hincar tus rodillas, agradecer su bondad infinita, aceptar sus términos y callar o rezar sus salmos. Este mundo está enredado.
No voy a volver a detallar la razón por la que las grandes plataformas tecnológicas del mundo, sean de software o de hardware, se han convertido en los señores feudales de Internet. Lo he mencionado en otras ocasiones: el efecto de redes, la economía de plataformas, la abundancia digital, la globalidad de Internet, los mismos hábitos de consumo de las personas. Todo conspira para que en cada categoría, nueva o existente, se aplique casi a rajatablas el famoso mantra “winner takes all”. Uno gana abrumadoramente pero sin llegar a ser un monopolio (digamos), un par más apenas subsisten, el resto va y viene hasta que llega la siguiente disrupción.
Esta semana fue el turno de Apple, en su pelea con Epic Games. Una disputa ridícula en la que pierden todos:
Apple, porque aunque salió victorioso de la acusación de monopolio, quedó con una pequeña herida que lo va a afectar más adelante. Esa sola cláusula donde el tribunal de apelaciones no le dio la razón, le va a costar carísimo y quizás termine generando un cambio grande a futuro, abriendo la puerta a los “sideloadings” más allá de Europa.
Epic, por más que su fundador se lo tome de manera inspiradora, porque aún no queda claro cuando va a poder volver a llevar Fortnite a los iPhones. Quiso hacer el bien sin mirar a quien, por un lado, beneficiando con su demanda a toda la industria de desarrollo móvil. Quiso convertirse en el nuevo cancerbero digital del mundo de los videojuegos, por el otro, tratando de llevar agua para su molino y agrandar su nueva plataforma con efectos de redes, su Epic Games Store. No, Sweeney, no te creemos tanta bondad desinteresada.
Los consumidores, por sobre todo los consumidores. ¿Por qué? Porque sí, por la triste historia detrás del App Store de iOS, que pocos conocen. Egoísmo, rencores, tradiciones (y algo de traiciones también), negocios… negocios… negocios. ¿Dije negocios? El cancerbero cuida su negocio, por sobre todas las cosas. ¿No han visto, acaso, la imagen con la que Midjourney decidió ilustrarme cuando le entregué el prompt? Imaginen.
Vamos con un cuentito, para terminar de entender los secretos por detrás de estas historias de cancerberos y gatekeepers, y cómo el discurso de benefactor de la humanidad y guardián de la privacidad y el respeto por los usuarios se derrumba en mil pedazos cuando se le agrega el vector económico. ¿Son usuarios de Kindle, quizás? ¿Alguna vez se han preguntado por qué en la aplicación de Amazon en el iPhone pueden comprar casi cualquier bien físico pero no pueden comprar un e-book, sino solamente descargar una muestra? Digo “casi cualquier bien físico” porque en ese caso entramos en el universo de otros protectores del mundo real sobre el cual no voy a profundizar: los países y sus aduanas.
¿Son gamers, acaso? ¿Nunca se han preguntado por qué es tan difícil poder compartir experiencias, avatares, puntajes, competencias, red de amigos, entre otras cosas, en el mismo juego pero en distintas plataformas (Play, Switch, XBox, Android, PC, iPhone, Younameit)?
Bueno… bienvenidos al mundo de la segmentación en la universalidad digital. Bienvenidos al mundo de los negocios digitales de las plataformas. Bienvenidos al mundo de los monopolios digitales que no son monopolios, solamente porque las leyes antimonopolio no están preparadas para la realidad online. Desde hace 30 años, poquito tiempo.
La historia es divertida, y quien mejor la cuenta, no voy a engañarlos, es Matthew Ball en su libro Metaverse, que alguna vez ya les he recomendado. Es tan, pero tan divertida que no causa gracia, si uno lo piensa en el rol de consumidor. A decir verdad, si uno lo piensa en cualquier otro rol tampoco causa gracia. Es decir, no, no es divertida esta historia. Es de terror.
Quizás alguno se acuerde o quizás lo leyó, pero en la primera versión de iPhone no existía un App Store. Fue hasta 1 año después, más o menos, que apareció. Steve Jobs siempre fue muy reflectivo a abrir puertas a terceros en sus ecosistemas, su propia historia profesional y de vida lo demuestra. Claro que fue cambiando Jobs, que el mundo de los negocios no tiene dogmas. No tiene dogmas pero tiene bulas papales, las reglas de Apple, los términos y condiciones tanto para los usuarios como para los desarrolladores, los límites y regulaciones que el mismo Apple impone desde siempre en sus plataformas de hardware y software, si lo dejan, como si fuera un país independiente.
Un ejemplo gracioso (si no fuera de terror, otra vez), colateral a este relato, es aquel que muestra cómo para Steve la venganza es un plato que se come frío: ¿quién recuerda Adobe Flash? ¡Qué maravilla de producto para el mundo web (¡NOT!), cuántas aplicaciones interactivas en la PC hasta que llegaron los teléfonos inteligentes! Pero claro, Adobe no había querido implementar cambios en su suite de software para adaptarse a las nuevas versiones de MacOS, luego del retorno del Rey a la corte. Que solamente le pedía que rehiciera todo su producto, poquita cosa, para convertirlo a un nuevo framework que Jobs había diseñado en NeXT, la base de ese nuevo sistema operativo de las Mac, luego de que Apple los comprara. Y como tuvo que tragar bilis por la negativa, en un segmento de hardware en donde Apple tenía una ínfima participación, bueno, que mejor que comerse al alfil de la empresa de San José cuando se hizo grandote en la movilidad. Game Over, fin de los desarrollos Flash, pero claro, siempre con el relato del beneficio para los usuarios, que esta porquería consumía mucho procesador… ponele (un poco cierto era, que las medias verdades tienen esas particularidades).
Bueno, pero yendo al centro del tema, cuando Apple decidió abrir su Store, inicialmente todo era gratuito o pago, hasta que encontró el Santo Grial: los “in-app purchases”, esa maravilla del subconsciente humano que lo impulsa a comprar cuando la tentación es grande (o hasta pequeña, a decir verdad). Se abrió una nueva economía para todos: los modelos Freemium.
¿Por qué el peaje del App Store es (o era) del 30%? Primero porque pudo, porque quiso, segundo
Franciapor una larguísima historia que bien describe Ball en su libro, en el capítulo sobre los Payment Rails: el cuento va tan, pero tan atrás que llega hasta los pinballs de los primeros Arcade de EE.UU. de los ‘60s/‘70s. Un modelo que luego replicaron los operadores de cable y toda la industria tech y mediatech hasta donde pudieron. ¿De dónde surge el número mágico? De un rulo inexplicable pero persistente. Tercero… de ningún otro lado, no hay tercero: del capricho y el poder de las plataformas. Que si no te gusta, nadie te obliga a publicar en mi plataformatanno monopólica, como incluso dijo la corte de apelaciones, fundada en unas leyes que crujen.¿Por qué Apple no permite el “sideloading”? Primero, segundo, tercero, cuarto y quinto, porque puede. Sexto y muy relativo, para proteger
sete de virus, malwares y otras yerbas similares.Con ese contexto, ¿qué empezó a pasar cuando se montaron en el App Store los diferentes marketplaces de e-commerce y desarrolladores de videojuegos, que en vez de vender productos físicos, empezaron a comercializar experiencias y bienes virtuales? Bueno… ¡Kindle! ¡Que no, que no te pienso pagar un peaje de 30% si puedo venderlo sin intermediarios en mi propio sitio web! Que buena experiencia para el consumidor, ¿nosierto? ¡NOT! ¿Hay excepciones? ¡Claro que las hay, me lleva el Netflix, digo, el diablo!
Para cerrar el cuento con otro dato colateral: ¿en serio creen que Apple implementó ATT solamente para proteger la privacidad de los usuarios? ¿No creen que algo de influencia económica debe existir en la intención de perjudicar a Meta mientras crece la línea de ingresos de Apple Services, incluyendo su propio negocio publicitario? Ups…
Para quien quiera leer (o escuchar) un poco más sobre el resultado y posibles efectos de esta sentencia en el futuro de las aplicaciones móviles y su economía, los devuelvo, como en otras ocasiones, con un experto como Ben Thompson, que en su Newsletter, mientras defendía el resultado favorable a la manzanita, también decía algo como esto:
… that means there are meaningful changes coming to the App Store. First, the Appeals Court agreed that the standard for a UCL violation was different than for a federal antitrust violation, and that Apple violated that standard. Second, the Appeals Court ruled that given every app developer could potentially link to the Epic Games Store that every developer was affected by Apple’s prohibition, not just Epic.
This is a very big deal! It certainly seems to me that, barring an en banc appeal and corresponding injunction, and beyond that the Supreme Court, that Apple’s anti-steering provisions are now illegal throughout the United States. Moreover, this illegality extends to all apps — both games and everything else.
… Now, though, it appears that Apple will have to allow all apps to link to the web, including games. Yes, it will be harder to convert on the web, relative to in-app purchase, but you can be sure that developers will be eager to see how well it works. What is not clear, though, is whether or not Apple is permitted to pursue its IP-licensing fees: will Apple seek to audit apps with links to their website to collect 27% of their revenue? This isn’t addressed in either the District or Appeals Court rulings.
Decía que vengo teniendo suerte, y justo en estos días también me crucé con un artículo que analizaba la oportunidad que puede tener Mastodon con los dislates de Elon Musk en Twitter. Y, en ese contexto, no profundizaban tanto en esta otra extraña plataforma como en el standard que circula por debajo: ActivityPub, una posible Web2.5 de larga data que recién ahora puede tener su chance (para los que hablan de los cortos ciclos de innovación). Importante entender los apoyos, interesante analizar un futuro posible con WordPress y Firefox por detrás. El tiempo dirá.
Confieso que me dio un poco de nostalgia de una Internet colaborativa y abierta que creo que ya desapareció y no volverá. Muy en línea con lo que describía antes, los grandotes cancerberos no quieren descuidar su feudo y harán todo para evitar cambios y disrupciones mientras puedan y los dejen. Todo es todo, de verdad, y vaya si tienen herramientas y para que puedan y los dejen.
Mi última esperanza está centrada en la Web3, que de alguna manera tiene el mismo problema que se describe en esta nota sobre Mastodon: las dificultades de usabilidad que les impide quebrar el círculo pequeño de los primeros adeptos y conseguir generar tracción y masividad.
Quis custodiet ipsos custodes?
¿Quién vigilará a los propios vigilantes?, se preguntaba Juvenal a fines del Siglo 1 de esta era. ¿Dónde reside, o dónde debería residir el poder último? Como dice el bibliotecario de Wikipedia, en las democracias esa cuestión se resuelve a través de la separación de podeJAJAJAA (perdón, no pude terminar de escribir bien esta oración, digamos que vivo en Latinoamérica, kevasé).
Pero, en cualquier caso, 2.000 años después, y más allá de la presunta corrupción política (o humana), la situación no solamente no está saldada, sino que se hace cada día más compleja: si los sistemas republicanos y democráticos no han logrado domar al potro de las plataformas digitales de los primeros 25 años de Internet, y las grandes plataformas del presente hacen y deshacen a discreción, ¿qué podemos esperar con las nuevas revoluciones disruptivas que apenas han comenzado, pero corren mucho más rápido?
Precisamente la base de la discusión de aquel Podcast que les comentaba y recomendaba al inicio tiene mucho de esta cuestión:
¿Los poderes del Estado están preparados en cantidad, presupuesto y calidad de sus funcionarios para atender la velocidad de evolución y avance de la tecnología digital? ¿Los presupuestos de lobby de las grandes tecnológicas, que tienen valoraciones trillonarias en dólares y caja en los bancos para soportar casi cualquier embate o dirigir el futuro a piacere, pueden bloquear cualquier intento? ¿Existen consensos en estos temas?
Más allá de eso, ¿les conviene? Interesante el contrapunto en el episodio del show, cuando se debate un poco de geopolítica, algo que personalmente me parece que cada vez se hace más evidente, y he mencionado en otros ensayos: ¿EE.UU. va a ser el primero en frenar los avances de sus empresas locales hacia el mundo, cuando del otro lado está China con su locomotora encendida a todo vapor? No nos engañemos... no. Si hasta las mismas tecnológicas gringas, esos adalides de la libertad y el capitalismo global están casi rogando que bloqueen a TikTok en su país. Snap, Meta, no solamente en el uso en reparticiones públicas, sino al estilo chino: ¡fuera de aquí, no te autorizamos a operar! ¿Qué tal? Nunca lo hubiera esperado. Hemos regulado las autorizaciones para que una pieza de software en la nube se pueda ejecutar en un país, ni que fuéramos una Aduana…
Finalmente, y como también decía hace algunas semanas Sam Altman, CEO de OpenAI: ¿será necesario un organismo supranacional para este tipo de regulaciones globales digitales? ¿Existiría, se pondrían ahí de acuerdo? ¿Cuál sería? Ya hoy mismo cruje el sistema entre EE.UU., Europa y China, los impulsores de la separación del ecosistema online universal; en cualquier momento se suma India, que ya bloqueó a TikTok, como Italia hizo y deshizo con ChatGPT. El resto del mundo mira expectante: no nos mintamos, difícilmente algún regulador/legislador haga algo proactivamente en estas regiones anticipadamente, si ni siquiera con el presente Web2 tan evidente en sus defectos lo hacen. Bye, bye OpenUé.
Uno de los participantes de ese debate oral hizo una muy profunda e interesante columna de opinión en The Information: “The Case for Big Action to Regulate Artificial Intelligence”. Pueden identificar en el audio a Chamath Palihapitiya, CEO de Social Capital.
¿Quién avanza en esa línea, quién se adelanta a los demás? Europa, el gran perdedor de los grandotes bullers geográficos, que ve cómo le llegan por izquierda y por derecha y solo tiene regulaciones para defenderse (y lo bien que hace). Ya lo describe detalladamente el artículo del MIT TechReview: al menos en Inteligencia Artificial, todos los extranjeros van a tener que pasar por el colador de GDPR. Y a eso se suma la implementación de DSA y DMA en pocos meses más. Y más: Reino Unido con su regulador yendo contra Microsoft y Activision (un poco raro, pero ahí está). Cambia, todo cambia. Hacia donde no lo sé, pero cambia.
Es cierto que es un tema preocupante, no coincido en todo con Yuval Harari en este tema, creo que exagera un poco, pero merece la pena atender el fondo de su reclamo: ‘I don’t know if humans can survive AI’
¿Y por casa, cómo andamos?
El presente que describía, el posible futuro que se avecina -sea cual sea- me lleva a reflexionar: ¿quis custodiet ipsos custodes, a estos otros cancerberos digitales de las regulaciones y las legislaciones que siguen con modorra en un lado del océano, desesperados del otro lado, sumisos a otros poderes y con otros modelos políticos en el lejano oriente?
Se ha dicho desde siempre que el periodismo es el cuarto poder, que se constituyó en un sistema de “checks and balances” imprescindible para supervisar al poder formal del Estado y sus posibles desviaciones de espaldas a la sociedad. Y es así… ¿es así? ¿Y quién vigilaría entonces a este otro cancerbero de la supuesta verdad, el periodismo, en un mundo actual lleno de medias verdades y fake news?
Claro, dirán, las fake news son culpa de las redes sociales, no de los periodistas profesionales. Que forma sencilla de sacarse el problema de encima, justo-justo-justo cuando esta misma semana despidieron a Tucker Carlson de Fox News, en el mismo mes donde esa cadena informativa -líder en audiencias del prime time de la televisión gringa- termina pagando casi 800 millones de dólares por difamación, forma sutil de decir que mintió a conciencia, que creó un sistema de medias verdades, mezcladas con puras falacias, por no llamarlas… ¿fake news?
¿Quis custodiet ipsos custodes, a este último guardián de la verdad? ¿La Justicia? Y si, puede ser, debe ser, otro día de la marmota… marmota: cancerberos, gatekeepers, guardianes, cancerberos… y vuelta a empezar.
Que triste no poder confiar en nadie, ¿verdad? Un síntoma que he vivido en carne propia en mi país de origen, que honestamente me repugna porque termina ensuciando a toda una profesión. Lo han logrado, lo hemos logrado, ¡bravo! Las encuestas y estudios de confianza en el periodismo no mienten (¿o si?).
Por otro lado, la semana pasada me metí de lleno en el síntoma más grave -en mi opinión- que tiene la industria de medios informativos, y el problema de fondo es que, si la sustentabilidad del periodismo mundial no puede ser asegurada, se acaban los checks, desaparecen los balances y cada cual quedará a la buena de Dios para controlar al controlador de turno. 1984, ya te veo venir.
Toca recuperar la confianza, no queda otra. Justo esta semana tuve la fortuna y bendición de poder compartir un panel en la Feria del Libro de Bogotá con dos tremendos periodistas a quienes admiro y respeto, hablando precisamente de todo esto. Los indicios son claros, la solución no necesariamente. Por lo pronto, volver a lo básico, decían ellos que saben: hacer periodismo, informar, profundizar, analizar, estudiar, desconfiar también. ¿Pero, cómo asegurar que todos hagan lo mismo, cuando vemos lo que pasó en EE.UU. o lo que sucede en mi país?
Cometí el pecadillo (perdón HP, perdón EG) de terminar la conversación hablando de periodismo sin ser periodista. Copiándome de alguien, claro, no me lo inventé, pero me gustó la frase y no sé de quien es, y casi como un ruego, decía que su rol, en la opinión de este ciudadano de a pie preocupado, debería ser tan simple como que:
“Si una persona dice que llueve y otra dice que no, tu trabajo como periodista no es darle voz a ambas. Es abrir la puta ventana y ver si está lloviendo.”
E indudablemente el trabajo periodístico se va a seguir complicando, culpa de todo lo anterior y de la Inteligencia Artificial generativa también, obviamente, para cerrar el círculo.
Tan difícil será la tarea, titánica, que escuchaba en estos días otro Podcast, en este caso de un también admirado -aunque un tanto complejo - analista irlandés, Benedict Evans, que le ponía más intensidad a las cuestiones de la propiedad de la información y los derechos de autor. Ya lo había hecho antes en otro episodio, hablando del conocimiento colectivo, pero esta vez fue más de lleno a los temas de periodismo, porque se acercó desde la cancelación de Buzzfeed News:
¿Y es que un medio o un periodista puede declararse dueños de una información? ¿Incluso de su propio relato? Si estas plataformas de Inteligencia Artificial generativa se alimentan de todos los datos públicos (asumamos por un segundo que es así, con todas las deficiencias que esa afirmación tiene) para luego construir sus propios argumentos y respuestas predictivas, ¿qué diferencia hay con el ejercicio periodístico tradicional? Una vez más, y con los ejemplos que él mismo daba:
¿Quién debe pagarle a quién?
Hubo una época donde los medios radiales en EE.UU. pretendieron cobrarle un porcentaje de sus ventas a los vendedores de los sintonizadores radiales.
La BBC se financia en parte con las ventas de los aparatos televisivos ingleses.
Pero, por otro lado, ¿entonces los medios periodísticos deberían pagarle a Google, por usar Google Trends como fuente para la producción de su contenido derivativo u original?
Si un medio digital periodístico utiliza HTML para presentar la información, ¿debería entregar, entonces, una parte de sus ingresos a los inventores de ese lenguaje?
¿Dónde está el límite del Copyright, cuándo se considera “fair use” (una definición que varía según la legislación de cada país, en un sistema digital globalizado)?
¿Qué es un contenido original y cuál es un contenido transformativo o derivativo?
¿Dónde están los límites entre replicar, copiar y referenciar?
Los medios digitales pueden bloquear el acceso de los crawlers de los buscadores y pueden hacer lo mismo con los de los sistemas neuronales Transformers de cada desarrollador de AI.
Volvemos entonces al inicio, el Dilema del Prisionero: ¿quién será el primero que se animará a sacar los pies del plato? Dejemos mejor a Italia, por ahora, que se de la pelea con Sam Altman y sus muchachos por el uso de datos personales (ya claudicaron temporalmente, parece).
O cerremos una vez más el círculo, y esperemos -ooooooootra vez, como hace 25 años, en otro Día de la Marmota infinito- a ver como resuelven las discográficas sus problemas de clonación de voces con estas mismas herramientas de machine learning. Que si, que en este caso también tienen razón, que no es igual usar los datos acumulados de manera derivativa que usar los datos para terminar creando una imagen personal similar al original sin autorización. Pero… ¿no es muy loco que todo se repita insistentemente? ¿Será que debe aparecer un NapsterGPT primero, para que luego de varios años infructuosos terminemos en un SpotiGPT que les de algo de paz temporal? Y eso hasta que todos terminemos escuchando solamente música creada con Inteligencia Artificial, mientras hacemos de cuenta que los verdaderos creadores de carne y hueso siguen creando desde su inspiración y no con algún copiloto al lado. ¿Nos lo creemos? ¿Nos importaría acaso el proceso creativo o solamente el resultado?
Un remanso… eso es lo que necesitamos. Con o sin cancerberos.
¿Qué nos quedará, entonces? No sé, quizás nada, agarrarse fuerte, buscar solidaridad donde haya, y sino construirla, tal vez. Que el futuro será más incierto que este presente, que es más incierto que aquel pasado, que era más incierto que… A lo mejor, ojalá, “Siempre nos quedará París” (no sé qué tiene que ver con ChatShipití, pero que lindo terminar con Casablanca, ¿nosierto?):
¡Chau!
Seguramente no existe una única verdad. Pero créanme que en este caso, las evidencias son bastante claras. Son mis opiniones, claro, también, y, como siempre digo, espero las suyas. Ojalá les haya servido, instruido, divertido, que los haga pensar. Muy honrado de que me hayan acompañado hasta aquí. Para los que llegan por primera vez, algunos tips sobre este Newsletter:
¿Por qué escribo? Porque quiero devolver a la comunidad profesional de la industria de medios y la industria digital todo lo que he aprendido en estos más de 30 años de trabajo. He tenido muy buenos mentores que me han enseñado, he trabajado y sigo trabajando mucho, toca entregar lo que sé. La reflexión la hice después de preparar y dar mi Charla TED, me parece que es el momento adecuado.
¿Dónde encuentran mis ensayos? Aquí, en www.liberini.com, en LinkedIN, Facebook y Twitter. Por favor suscríbanse, comenten, compartan, si les interesó.
¿Por qué escribo así? Porque soy así, un poco irónico, un poco sarcástico, un poco sentimental, un poco curtido ya. Un poco soberbio y cabrón, claro, también. Soy argentino, ¿qué más decir?
¿Cómo he decidido organizar mis pensamientos semanales? Bueno, por ahora van así:
Una introducción al tema;
Un espacio de “remanso” con contenidos que no siempre tienen que ver con la cuestión de fondo (a veces emotivos, otras humorísticos, otros porque sí), previo a entrar de lleno al ensayo;
Dos o tres apartados con un cierre;
Un espacio final para que se acuerden de suscribirse, compartir y comentar. Le acabo de incorporar este recordatorio del formato para quienes recién llegan.
¿Por qué uso imágenes de pinturas y fotos para ilustrar? Como tengo varias décadas trabajando en la industria de contenidos, soy muy respetuoso de la propiedad intelectual, el derecho de autor y el uso de imágenes de terceros (porque sé lo que cuesta producir y crear, como para que cualquiera se lo lleve por ahí). Entonces solamente uso embebidos (de Youtube, Twitter, Spotify, etc.), pero si quiero insertar una imagen, debería pedir autorización y no tengo tanto tiempo disponible. Decidí entonces recurrir a mi familia creativa: las pinturas son de mi esposa Verónica, artista plástica; las fotos son de mi hermano Pablo, fotógrafo. Ambos ingenieros. Las imágenes no tienen que ver con el tema, pero me pareció bueno que los conozcan porque son muy talentosos. Me estoy quedando sin insumos y quise aprender más de cerca sobre las herramientas generativas de Computer Vision. Por eso incluí algunos de esos “originales”, también.
¿Dónde más pueden verme, escucharme, leerme? En general aquí, pero también tengo algunos otros espacios donde he estado hablando. Traté de poner una sección en el sitio web para ir actualizando con las invitaciones que me llegan. Aquí lo pueden ir viendo. Suscríbanse aquí abajo, por favor…
Tremendo
Muy bueno, el verdadero poder de estos grandes cancerberos me recuerda dos espacios del mundo de la ficción que muestran algo muy real y actual en este momento de Apple cómo Gatekeeper de UBER en su AppStore: https://youtu.be/IIiXPQkB-0M, es un clip pero todo el capítulo es increíble y otro clip que muestra un escenario futuro de estos Gatekeepers y su descendencia en una serie cancelada antes de tiempo en mi opinion, llamada Avenue 5: https://youtu.be/2k_95UOQDr0