Bicicleta para la Mente
"Una cosa que me encanta de los clientes es su profundo descontento. Sus expectativas nunca son estáticas, sino que aumentan. Es parte de la naturaleza humana" (Jeff Bezos)
¿Tener tiempo o hacerse el tiempo?
Es fácil encontrar excusas. Sucede que al tiempo hay que buscarlo. Huye demasiado fácil. Si te dejas ganar, seguro pierdes, y más si te pones a mirar videítos de 30 segundos (“ya voy, ya voy, uno más y voy…”).
El tiempo puede ser escaso, incluso tirano, pero mucho más si los distractores son casi infinitos.
Hacía meses que no dedicaba un sábado a la mañana a escribir. Mi último ensayo había sido atípico y lejano. En eso el tiempo puede ser sabio: a veces ayuda a curar heridas.
Iba esquivando el bulto, sin decidir exactamente el tema. Había algo que me rondaba por la cabeza, pero no encontraba profundidad para poder desarrollarlo.
Y hacía mucho, realmente, que quería volver a hablar sobre Inteligencia Artificial, el porqué de las novedades casi diarias y el futuro de la industria digital.
Pero también quería opinar, quizás producto de mi propio entorno personal, sobre el impacto que genera(rá) en la sociedad.
Es que es claro que las innovaciones y disrupciones provocadas por la tecnología digital vienen generando muchísimos cambios de hábito que penetran y se hacen permanentes.
Nunca un medio causó tantas transformaciones. Nunca fueron tan imperceptibles hasta que se hicieron irreversibles. ¿Nunca? “Hold my beer”, dijo Gutenberg.
La verdad, no encontraba la manera de presentarlo. Falta de tiempo, je. ¡No!
Hasta que…
Tool Builders
… esta semana llegó a mi rescate Ben Thompson, casi colateralmente, mientras solamente parecía querer hablar de Apple y sus aparentes u obvios problemas.
Es que cuando la revolución es masiva y está completamente desatada, los incumbentes en peligro son aquellos tempranos “disruptores”.
Nada es eterno, solo que algunos son demasiado grandes para caer. Frases viejas, repetidas, vigentes. Disruptors being disrupted.
Lo bueno que tiene Thompson, además de su profundidad y experiencia (y ante mi propio “sesgo de confirmación”), es que suele poner cada novedad en perspectiva.
Si uno tiene algo de tiempo (o de insomnio, como es mi caso), y gracias a Tim Berners-Lee, en vez de hacer swipe a videítos, se pueden hacen taps a enlaces para entrar en una máquina del tiempo que transporta a un pasado lejano, hace tanto, tanto, tanto como 7 años atrás.
Ahí vamos, de 2018, en un solo salto a 1990 para empezar a desenredar el tema:
Los seres humanos siempre hemos sido débiles animales en la Naturaleza, pero constructores únicos de herramientas, lo que nos ha permitido dominar (¿y casi destruir?) el territorio.
Particularmente, sobre todo hacia adelante, pero en perspectiva, como bien decía Jobs:
“Para mí, una computadora siempre ha sido una bicicleta de la mente, algo que nos lleva mucho más allá de nuestras capacidades inherentes. Creo que estamos en las primeras etapas de esta herramienta, muy tempranas, y hemos recorrido un corto camino. Todavía está en formación, pero ya hemos visto enormes cambios. Creo que eso no es nada comparado con lo que nos espera en los próximos cien años.”
Ya no estamos en etapas tempranas, ya hemos recorrido un largo camino. No hizo falta esperar cien años, en poco más de 30 los enormes cambios se hicieron perennes. Pero no en la primera y usual acepción, sino en la segunda, la de la botánica. Tan incesante como solo por dos años, o poco más que eso.
A esa herramienta única le hemos agregado capas encima, la hemos interconectado, se volvió omnipresente. Del centro de cómputos al escritorio, de ahí al bolsillo, la muñeca, las gafas, la piel.
Hemos logrado aislar el hardware del software, la complejidad de uso de la experiencia del consumidor.
Hemos ido saltando cada valla que se nos ha puesto por delante. Un ejercicio constante, imperceptible, aún para el que no construye, sino que solo utiliza.
Así como cruzamos puentes sin conocer de cálculos de estructuras, nos hemos vuelto expertos usuarios de las bicicletas de la mente.
Y así estamos amigos. Creyendo que las cosas se dirigen hacia un lado y, de repente, empujan para otro.
En medio del caos.
Y como ya había mencionado hace algún tiempo:
… como corresponde a la Teoría del Caos: “… pequeñas variaciones en las condiciones iniciales pueden implicar grandes diferencias en el comportamiento futuro, imposibilitando la predicción a largo plazo”.
Así estamos y es bueno entenderlo: imposibilitados de predecir el largo plazo. En medio del caos.
Por eso sucede OpenAI, pero también sus derivadas de ex-empleados y fundadores.
Por eso hay tanto ruido con Perplexity, y Gemini, y Llama, y DeepSeek, y Manus. Con Mistral (pero poquito). Con Grok (menos).
Con la multimodalidad y Alexa+. Con las demoras de Siri, y las maravillas de Kling.
Con deep fakes que cada vez son más deep y menos fakes.
Con nuevos emprendimientos que surgen a diario y dinero que fluye sin cesar para financiarlos. Todos corriendo con el mismo objetivo: perdurar.
Los modelos rápidos, grandes y pequeños, los fundacionales, los de razonamiento, los de borde. Los generalistas y los especializados.
Estamos llegando al fin de ciertas labores de trabajo y el inicio de nuevas, con la imagen de Sam Altman no sabiendo si lo que está preparando es bueno o es malo. O ambas cosas a la vez, quizás. Alucinaciones convenientes.
Vibe coding, término acuñado por Andrej Karpathy para evitar decir que un prompt reemplaza(rá) un desarrollo de software, tarea y profesión que no tiene más de… ¿70, 80 años? Ahora lo ves, ahora no lo ves.
Con escasez cada vez más próxima de la energía eléctrica necesaria para seguir escalando en medio de la abundancia de hardware. NVIDIA, Coreweave, y el loop del financiamiento de las start-ups de IA.
Geopolítica. Inteligencia e Inteligentzia. Geopolítica, repito, pero en voz más baja (algo así como el vibe chino).
Una y otra y otra vez vibe… ¡Vibe baby, vibe!
“Paren el mundo que me quiero bajar”… hasta que uno se cruza en el bus con una madre conversando con su pequeño hijo en edad escolar que le dice que está seguro de lo que puso en su tarea porque se lo preguntó a ChatGPT.
Y entonces uno se pregunta si merece la pena el escepticismo de Ben Evans y su eterna teoría de los métodos probabilísticos versus los determinísticos y los “infinite interns” como solución a todo y a nada a la vez.
Ya está, ya hemos sido conquistados, ¿se entiende? Ya estamos del otro lado, los hábitos de consumo y las costumbres empiezan a permear por aquellos menos escépticos, por los más digitales. Los aún crédulos (es decir, todos).
¿Importa si la respuesta es verídica o no? Ejemplos sobran a todos los niveles de la humanidad, y no precisamente como salida de un LLM.
¡Vibe baby, vibe!
Divinely Discontent
Por suerte Thompson, dando vueltas por la larga/corta historia digital, mientras va argumentando sobre su fundamentada teoría de las plataformas y los agregadores, pasea también por el territorio de Jeff Bezos, otro eterno inconformista.
El más divino (“profundo”, como sugirió Google Translate al inicio) descontento de los consumidores. El creador de “?” como pregunta y respuesta a todo.
En su carta a los accionistas de 2017 nos decía a todos los interesados en esta industria:
“Una cosa que me encanta de los clientes es su profundo descontento. Sus expectativas nunca son estáticas, sino que aumentan. Es parte de la naturaleza humana. No ascendimos de nuestra era de cazadores-recolectores estando satisfechos. La gente tiene un apetito voraz por algo mejor, y lo que ayer era "guau" se convierte rápidamente en lo "ordinario" de hoy. Veo que ese ciclo de mejora se está produciendo a un ritmo nunca visto. Quizás se deba a que los clientes tienen acceso a más información que nunca: en tan solo unos segundos y con un par de toques en sus teléfonos, pueden leer reseñas, comparar precios de diferentes minoristas, ver si algo está en stock, saber cuánto tardará en enviarse o si estará disponible para recoger, y mucho más. Estos ejemplos son del comercio minorista, pero intuyo que el mismo fenómeno de empoderamiento del cliente se está extendiendo por todo lo que hacemos en Amazon y en la mayoría de las demás industrias. No puedes dormirte en los laureles en este mundo. Los clientes no lo aceptarán.
¿Cómo anticiparse a las expectativas cada vez mayores de los clientes? No hay una única manera de hacerlo; es una combinación de muchos factores. Pero los altos estándares (ampliamente implementados y con todos los niveles de detalle) son sin duda una parte importante. Hemos tenido algunos éxitos a lo largo de los años en nuestro esfuerzo por satisfacer las altas expectativas de los clientes. También hemos sufrido fracasos valorados en miles de millones de dólares. Con estas experiencias como telón de fondo, me gustaría compartir con ustedes lo esencial de lo que hemos aprendido (hasta ahora) sobre los altos estándares dentro de una organización.”
(NdR: dicho sea de paso, uso regularmente los traductores para ver como evolucionan. Google Translate ya casi no necesita revisión. El traductor de Apple en Safari, en cambio, no solamente está en la era precámbrica, sino que hasta se inventa palabras en castellano).
Casi seguramente (o mejor dicho, espero) aquellos hábitos seguirán evolucionando de la mano de consumidores más exigentes, menos crédulos, más experimentados. Hasta que eso se convierta en el standard a seguir y lleguemos vaya uno a saber dónde (en verdad lo intuimos).
Como bien cerraba Ben Thompson aquel ensayo suyo de 2018:
… el primer punto donde buscar debilidades no es en la base de proveedores, la distribución, ni siquiera en la regulación: sino en los usuarios finales. Por eso importa que Amazon sea la empresa más popular en Estados Unidos, que Apple y Google sigan teniendo dos de las marcas más respetadas, y que Facebook tenga razón al preocuparse más por el impacto de sus escándalos en las relaciones públicas que por el impacto regulatorio. Manejando la relación con el cliente ofreciendo una experiencia superior es la forma en que estas empresas se volvieron dominantes, y, cuando caigan, será porque los consumidores las abandonaron, ya sea porque perdieron el control de la experiencia del usuario (un peligro para Facebook y Google), o porque un cambio de paradigma hizo que las nuevas experiencias fueran más importantes (un peligro para Google y Apple).
Mientras tanto, sin embargo, la disrupción (de bajo nivel) tiene su antídoto.
Del Homo Sapiens como constructor de herramientas para sobrevivir, a la bicicleta de la mente. De ahí al confort de algo que parece no requerir de nuestro esfuerzo. Miénteme que me gusta.
En el futuro, tal vez, a lo mejor y con fortuna, pasemos nuevamente al inconformismo eterno que nos permita volver a ser exigentes y crear un nuevo círculo.
Puede ser que haya esperanza... confiemos. ¿Se entendió o maomeno’?
P.S.: Dejé por fuera en mis referencias anteriores a Claude y Anthropic principalmente porque su fundador Dario Amodei -gran referente del “effective altruism” de Silicon Valley- pasa de un extremo al otro del péndulo cada vez que toma la palabra y me deja cierto sabor amargo.
Su plataforma parece ser la mejor para la automatización de desarrollo de software (al menos hasta el día de hoy y aún más con la versión 3.7), pero mientras declaraba a fines de año que la Inteligencia Artificial General está a un paso de ocurrir, y en sus propio blog daba un contexto claro sobre cómo proponía darle manejo, este año se vuelca hacia el otro lado alertando de amenazas cercanas, en tanto que su propia empresa explica su posicionamiento americanista en la cuestión.
Poco entendible (bah, como el resto de los ejecutivos del sector).
En la actualidad existen más de 10 millones de plantas y animales, sin embargo, son solo el 1% de todas las especies que han existido a lo largo de los casi 14.000 millones de años que han corrido después de la gran explosión. Nosotros, el homo sapiens, somos solo una de esas especies y ni siquiera tenemos un millón de años sobre la faz de la tierra. Lo que ocurra de acá en adelante definirá si seguimos existiendo o desaparecemos. Ese es un gran reto.