Peras con Peras
"La parte más difícil de predecir el futuro es olvidar todo lo que esperas que sea" (Kevin Kelly)
“Mr. Beast se une a la Kings League para tratar de recuperar juntos el brillo perdido”.
“Twixter (la ex X, ex ex Twitter) recupera audiencias y llega al millón de usuarios activos mensuales, luego de que fuera comprada por un fondo de inversión de Tuvalu”.
“Como ayudar a tu abuelo a configurar Facebook, su plataforma preferida para consumir aquello que llamaban ‘videos virales’ y tanto lo entretiene”
Si no fuera que quizás en el futuro ya no existan los titulares (porque quizás desaparezcan los medios), apostaría a que algunos de los anteriores podría redactarse dentro de no muchos años.
Algunas de esas frases tratarían de ser una especie de clickbait, quizás como reflejo de un método pseudo-periodístico que solía utilizarse y ya habría perdido sentido para esa época (igual que hoy, pero también en un futuro no tan distante). Ya no habría muchos clicks y menos baits, pero así son los reflejos, cuesta quitárselos de encima.
He dicho y sostengo que no me gustan las ucronías, que siempre es mejor no imaginarse bifurcaciones en el tiempo: las cosas que no han sucedido mejor no suponerlas.
Pero, debo confesar, si hay algo que me molesta más que los contrafácticos son las comparaciones amañadas. Esas que enredan un concepto, lo mezclan con otro que no tiene relación, le suman opinión disfrazada de datos duros, y concluyen. Siempre concluyen para su lado.
Esta semana le tocó al Super Bowl. Justo, justo cuando consiguió récord de audiencias, aparece quien no se conforma y compara. Con Mr. Beast y su cuenta de seguidores lo compara. Así es difícil. O quizás fácil, ahora que lo pienso mejor. Este caballero fue bastante “viral” en la semana, refiriéndose a los más de 123 millones de personas que vieron el partido final:
“Mr Beast has 2x # of YouTube subscribers and his videos, which he publishes weekly, greatly surpass these #'s. The only reason marketers spend so much on ads here are religious reasons (our sector claims it's data-driven, but it mostly isn't). No one talks about any of this".
Desde hace varios años uso una broma que puede sonar bastante cruel, pero me ha servido para despertar audiencias adormecidas de información: “la mitad de los seguidores de ‘xx’ en ‘yy’ ya están muertos”.
Lo sé, lo sé. Muy cruel. Pero se entiende, ¿no? La cantidad de suscriptores de cualquier cuenta o canal en cualquier plataforma de videos o social media solamente crece. La gente cambia de intereses, crece, abandona un tipo de contenidos y se pasa a otro.
Los seguidores son un número que solo suma, salvo excepciones muy extrañas. Entonces: ¿de qué sirve una comparación de ese estilo, más allá de buscar provocación (¡ups!)?
Incluso no hay que ser un experto digital para saber o entender que el conteo de reproducciones también tiene sus trucos: la cantidad de segundos después de los cuales se cuenta, el arranque automático de la reproducción, los videos cortos que quedan en loop, las granjas de clicks.
El número de plays sin el contexto de persistencia dice bastante poco. Las curvas suelen caer abruptamente después de pocos segundos salvo honrosas excepciones, entre las que se cuentan precisamente los espectáculos deportivos, incluso en plataformas de streaming.
Es cierto que estas técnicas de dibujar cifras no es nueva, el mismo rating televisivo las suele usar. Y este lo heredó de la radio y aquel de los periódicos.
Tampoco hay que ser un experto digital para darse cuenta de que lo que correspondería es comparar peras con peras. Pero nunca sucede. Ya cansa, se nota.
De frutas y frutales

La evolución en los hábitos de las personas no es abrupta. No sucede que un día dejan de hacer a y empiezan a hacer b. Las plataformas de consumo se superponen, pero como el tiempo es finito, unas ganan tracción y otras la pierden.
Así como el tiempo de consumo de televisión tradicional solamente puede estancarse o caer, el nuevo medio solo puede ganar minutos. Es como una cuña que se inserta en una torta que puede pesar solo un poco más, a punta de horas de sueño, capacidades “multipantalla” o, como leía por ahí, quizás cuando los coches autónomos creen artificialmente algunos minutos extra de distracción.
Siempre fue así. Siempre será. Se llama maduración. Video killed the radio star.
Nada es eterno, nada crece para siempre. ¿Para qué hacer comparaciones sin sustento?
Ya le está pasando a las redes sociales, que cada vez son menos sociales y todas se van pareciendo cada vez más -con los algoritmos del caso- al consumo pasivo y cerrado de la TV. ¿Será que los seres humanos son humanos, mal que nos pese a quienes nos dedicamos a esto?
Un largo día de la marmota, marmota.
Cierro aquí, en mi nuevo y esperanzador destino de vida profesional y familiar, con una lectura recomendada que también cierra, en este caso, la explicación anterior: “The end of the social network”, editorial de The Economist del 3 de febrero:
“Some people argue that social networks’ defects can be fixed by better governance, clever coding or a different business model. Such things can help. But the problems raised by the new generation of apps suggest that social media’s flaws are also the result of the trade-offs built into human communication. When platforms swing back towards private groups, they inevitably have less oversight. When people escape their echo chambers, they may well face more extreme content. When users embrace harmless entertainment, they see less news. As social networks wither, platform operators and users should devote less time to the old battles and more to grappling with the new.”
Peras con peras…