Frases Hechas
"Ninguna cantidad de experimentación puede darme la razón; un solo experimento puede probar que estoy equivocado." (Albert Einstein)
“Ustedes tienen que aprender a experimentar” les dice el consultor que cobra sus abultadas horas en no menos abultados dólares a aquellos que llevan la carga diaria del negocio exitoso, pero en riesgo de declive. Es parte del bagaje de latiguillos que deberían provocar emoción y entusiasmo, si no fuera que terminan causando frustración, luego de meses y meses de reuniones que comienzan con resúmenes de reuniones anteriores, y siguen con presentaciones PowerPoint, planillas Excel, más reuniones y… reuniones, casi en la cúspide de la procrastinación.
A quien no le ha pasado, ¿no?
Me quedé pensando en esa frase de pedestal que me escribía mi amigo ayer mismo, mientras se aburría en su trabajo en un call multidisciplinario, multitudinario y multinacional y aprovechaba para chatearme para distraerse un poco. “Es que solo usan FRASES HECHAS”, me decía, “y yo ya estoy viejo para eso, hace más de 20 años que escucho siempre las mismas palabritas sueltas, la misma cantinela”.
La lista de esas “palabritas sueltas” que me iba enviando terminó siendo larga, casi un TL;DR de la reunión, el resumen ejecutivo hecho con una de estas nuevas herramientas de la Inteligencia Artificial Generativa. La receta para una ensalada. Una ensalada de palabras sin condimentos. Confieso que solo pude interactuar con él unos pocos minutos, pero luego, leyendo la lista completa al final del día, no podía dejar de sonreír:
Co-creation,
Experimentación,
Agile,
Hyperscaler,
Design Thinking,
Build, Measure and Learn,
Crecimiento 10X,
Enfocar,
Incrementar el “pipe”,
Innovar,
Acelerar el go-to-market…
37 mensajes en mi WhatsApp. Vaya uno a saber si todos estuvieron en la charla o ya terminó agregando de su propia cosecha de aburrimiento, porque terminó con “ISO9001” y “Six Sigma”, que seguramente no forman parte de esta nueva generación de “palabritas”.
Repito: a quien no le ha pasado, ¿no? La diferencia entre decir lo que hay que hacer… ¡y hacer! “Yo pongo huevos y vos poné el lomo”, le decía la gallina al cerdo, pidiendo sacrificios compartidos. Claro, así es fácil, ¿no?
La dificultad de tener que cambiar las ruedas del auto con el auto en movimiento. Seguramente ya lo dije.
Y, del otro lado, la frustración por ver la facilidad que tiene algún otro -la excepción, seguramente- para construir su nueva casita pequeña al lado de tu mansión. El tema es que la hará en un terreno más grande, que uno ya percibe que dará lugar a que termine haciendo su propio castillo, si hace bien las cosas, aunque derribe una y mil veces lo que va edificando a lo largo del tiempo: Move fast and break things. Y terminará probablemente, incluso, con un palacete más moderno, mientras al tuyo le empieza a faltar una mano de pintura aquí, unos muebles allá, arreglar unas paredes resquebrajadas acullá.
Y así fue que quedé encerrado en estas reflexiones matutinas de un sábado de viaje. Y que llego a proponerles también un viaje, pero virtual, por algunas ideas sueltas que me parece que merecen la pena tratar de encadenar, en un nuevo círculo digital, ya casi una obsesión.
A quienes no nos ha pasado…
Scrum… Line, Maul & Ruck
Mi primer contacto con el mundo de la agilidad fue allá por el año 2004, creo recordar. El gerente de desarrollo de mi equipo me propuso (me impuso, mejor dicho) empezar a trabajar con Scrum. Debo decir que imaginé una escena de rugby como la de arriba y no entendía la relación con el software que estábamos a punto de construir. Solo atiné a hacer lo correcto: dejar hacer. “Bueno, si vos crees que es mejor para este proyecto, dale, claro”.
Al poco tiempo me encontré con un pequeño grupo haciendo un scrum como el del rugby. Pero lo llamarían daily. De eso me enteré mucho tiempo después, en esa época parecía que estaban rezando, quizás rogando que lo hecho el día anterior pasara indemne por el proceso de QA.
Así fui empezando a entender la razón, las ventajas. Nunca fui un apasionado por el desarrollo de software, mi espíritu nerd siempre estuvo más relacionado con la ciencia de la computación, las telecomunicaciones. Pero seguí de cerca y participé en las evoluciones de estas metodologías. Demasiado tiempo de mi carrera “dejando hacer”, en la gestión. Priorización, seguimiento y control. Liderazgo y armado de equipos. Ejecución. Más cerca o más lejos “haciendo”, en el rol que me tocaba.
Y si, soy un convencido de las ventajas de la agilidad. De su aplicación más allá del universo del desarrollo aplicativo. De llevarlo al espíritu del trabajo diario de los equipos. Equipos de trabajo, trabajo en equipo.
Pero, como mi amigo, me voy cansando de los latiguillos sin fondo, de los que dicen pero no hacen. Evangelistas de la Nada. Como los Abuelos.
A quien no me ha pasado, ¿no?
Cincuenta Pozos Petroleros y Ninguna Flor
En mi evolución en el mundo de la agilidad, en pocos años sumé los conceptos de disrupción e innovación, de crecimiento exponencial. Me generó intriga y pasión. Otra obsesión autodidacta. Si mi memoria no falla, habré empezado ahí por 2011 o 2012. Me la contagió mi jefe del momento, que venía de pasar unas semanas en la Singularity University. Empecé a leer y seguir a Peter Diamandis. Lo veo un poco extraviado en estos días, fan de Elon Musk, casi un groupie. Me confunden un poco estos gurúes de Silicon Valley, tan inteligentes que parecen en algunas cuestiones, tan débiles en otras.
Soy de engancharme con frases y analogías. Me gustan porque dicen sin decir. El que entiende, entiende. El que no entiende, bueno, quizás no deba entender. Como la frase de inicio de hoy, de Albert Einstein, la base del pensamiento científico: EL MÉTODO.
Un muy querido y admirado compañero de trabajo de aquellas épocas, en una de esas reuniones de planificación estratégica que se hacían religiosamente todos los años por septiembre u octubre, luego de comentarle algunas ideas nuevas, hablarle de las organizaciones exponenciales y las 6Ds de Diamandis, me destruyó en 5 minutos con una analogía perfecta.
Voy a intentar transcribirla lo más fielmente posible, porque cuando se puede resumir algo de una manera tan contundente, para que agregarle firuletes:
“¡Ahhh! Ok, ya entendí como funciona la lógica de la disrupción digital. Al final, nada nuevo: ¡así funciona la industria petrolera desde hace 100 años!
Mucha ciencia geológica aplicada a la exploración, tecnología, equipamiento, inversiones... pero al final del camino, se perforan 50 pozos y solo en 1 hay petróleo”
El que entiende, entiende.
La ciencia geológica tiene método científico por detrás. La agilidad también tiene método (o metodologías). Pero nada garantiza el éxito: 50 pozos y ninguna flor.
Hay que trabajar con método, pero hay que animarse. Y para animarse, hay que correr riesgos. Y para correr riesgos, hay que tener respaldo y apoyo. Y para tener respaldo, hay que entender y estar dispuestos a apostar. Y para apostar, hay que tener capital y saber que se puede perder. Cincuenta pozos y ninguna flor.
El método ágil se aprende. Pero tiene que fluir, en todos los equipos, en todas las personas. Tiene que hacerse carne, parte íntima de la cultura de la organización. He ahí el problema de fondo: Cultura, Personas. Somos eso. Lo dijo Harari hace años cuando habló de las ficciones y lo hemos repetido mil veces. Solo que, a lo mejor, no lo comprendemos. Conocimiento es información más experiencia, decía también Einstein.
En esos mismos años me tocó liderar la construcción de un proyecto nuevo, muy riesgoso y con mucha exposición, pero con poco capital. No lo entendí hasta muchos años después: estábamos haciendo una start-up, pero dentro de una corporación. Con poca plata, pocos recursos, algo de ignorancia, bastante ingenuidad, un gran (enorme) equipo de trabajo, todas las ganas. Y nos fue bien. ¡MUY BIEN! Un caso de éxito de esos que dan envidia. Desde Argentina faltándole el respeto a corporaciones internacionales.
Y ahí aprendí otra cosa: lo único que se muestra y se presenta son los casos de éxito. Con el periódico del lunes, todos apostamos a ganadores. Entonces, tampoco me como el cuento de los emprendedores exitosos que cuentan sus casos, porque yo he tenido más fracasos que éxitos. Y estoy orgulloso de eso. Y más orgulloso estoy de las personas que trabajaron conmigo. Claro que pongo por delante los triunfos, pero también intento entender algo de cada derrota. Un éxito hoy, si no se sabe manejar, se convierte en un desastre en poco tiempo. Uno nunca llega a ningún lado. Un círculo, ¿les suena?
En ese proyecto fuimos decidiendo cosas nuevas, pequeñas innovaciones, reinversiones. Build (mucho), measure (poco), learn (estómago, cabeza, corazón). Buscábamos crecimiento y permanencia, como todos, como siempre.
En medio de estas reflexiones, esta semana me di cuenta de que se nos ocurrió, en 2013, insertar una plataforma de streaming de video dentro de un videojuego metaversal (también desarrollamos una red social web en 2011, no crean). Todo hecho en Flash, para mayores detalles. Que corría en navegadores de computadores personales, claro, si Steve Jobs decidió vengarse de Adobe. Su plato frío preferido en la era de la movilidad que terminó destruyendo todo un ecosistema alrededor de esta plataforma incipiente.
Año 2013/14. Streaming. Metaverso. ¿No me creen? Aquí una fan de ese mundo virtual nos mostraba su propia experiencia (si hasta contenido original produjimos y ahí se puede ver):
Mismos conceptos, otros nombres. Gracias Carolina, Laura, Guido, Adrián, Martín, Cristian, Alejandro, Alfredo, Eduardo, Ernesto, equipo de QB9 (genios tech todos ellos), de Qubit. Mi breve homenaje para todos ustedes.
Circulando…
¿Qué hacemos con todo esto, entonces? Lo mejor que podemos, no nos queda otra. Lo peor que nos puede pasar es no entender donde estamos parados. Y nos pasa, ¡vaya si nos pasa! 37 mensajes de Whatsapp pasan. Y entonces es ahí donde pareciera que no hacemos lo mejor que podemos. Es lo que deberíamos evitar y muchas veces no logramos. Y corremos riesgos de parálisis o, peor, de crear un lento declive hacia la obsolescencia, como profetizaba Tom Fishburne.
El camino está lleno de niebla, no sabemos que hay más allá. Pero quizás no podamos esperar a que escampe (¿quizás?). A lo mejor nunca sepamos que hay más allá.
Hay quienes son tan grandes que no comprenden que unos más chiquitos están construyendo mansiones a su lado. Claro, cuando se dan vuelta solamente ven una pequeña casa. Lo decía Doug Shapiro hace algunos meses: él también pone de frente sus fracasos. El dilema del innovador al revés. Innovaciones adyacentes o disruptivas:
“…firms get disrupted not because they don’t understand the disruption process, see it coming or know what’s at stake. They don’t even get disrupted because of the difficulty of changing internal processes. They get disrupted because companies operate in complex ecosystems of stakeholders with misaligned interests”
Pero, por el otro lado, también están quienes son incluso más grandes que los anteriores, pero sí comprenden cuando los más chiquitos están construyendo sus propios fosos alrededor de sus casas, el primer indicio de un posible y futuro castillo. Los gringos en estos últimos tiempos hablan una y otra vez de los moats (su propia “frase hecha”). Pueden ser de usuarios, de datos, de tecnologías, de plata. Lo ideal es darse cuenta cuando llegan las excavadoras, no cuando ya están terminando las torres de los castillos. El último ejemplo es Meta y Threads. Nada mejor que terminar, entonces, referenciando este muy buen insight del Washington Post: Move fast and beat Musk: The inside story of how Meta built Threads. La major frase que resume la historia:
“You’re focusing a lot on talking to everyone,” Mosseri recalled Systrom telling him. “Just make sure you ship things that work and then everything will be easier, I promise.”
El que entiende, entiende y el que no, perdió su silla. A quien no le ha pasado, ¿no?
El que entiende entiende, o su modelo y sustento será obsoleto pronto 😬