Hace pocos días alguien me decía que se sentía muy incómodo por su situación laboral. Convencido de que su función no era valorada, que alguien más influía en las decisiones, aún sin conocimiento ni experiencia en el campo donde él es un experto, metidos en “su” tema. Muy alejado, por cierto, del negocio digital en el que me desarrollé, las similitudes, sin embargo, eran asombrosas.
“La diferencia entre un teórico y un ejecutor”, le decía yo, “entre quien opina y quien debe hacer”. “El jardín del vecino siempre es más verde”, le insistía cuando me comentaba frustrado que lo comparaban con organizaciones con objetivos y recursos diferentes.
“No me entienden, no me entienden”. Por más vueltas que intenté darle a la empatía, preguntándole si no sería que no se sabe explicar, mostrar sus objetivos, estrategias, resultados, luego de algunos ejemplos que me dio, finalmente terminé empatizando yo con su situación. Le recordaba aquella frase de Einstein que tanto referencio, esa que decía: "Información no es conocimiento. La única fuente de conocimiento es la experiencia. Se necesita experiencia para adquirir sabiduría".
“Es que la pared está ahí adelante -me decía-, el que no la ve es por ignorancia o desidia. Podrán hacer algunas maromas para alejarla un poco, engañando a los ojos sin experiencia, moviendo la bolita (‘¿Dónde está la bolita, dónde está la bolita?’, repetía, como en ese truco callejero), ¡pero lo malo es que vienen acelerando y se van a estrellar, más tarde o más temprano!”
Y fue ahí donde volví a mis analogías, quizás torpes, cansonas, pero es lo que me sale: “Y si, parece que no les preocupa chocar la Ferrari”. A quien no me habrá pasado, ¿no?
Una Pequeña Abolladura
¿Qué habría sucedido sin Don Enzo hubiera preferido conducir él mismo sus poderosos autos de carrera (que lo intentó, claro)? ¿Por qué eligió a Ascari, Fangio (¡si!), Farina, Lauda, Reutemann (¡si!), Villeneuve, Prost?
Creo que es obvio, pero no está de más aclararlo: Ferrari habrá sido el genio más grande de la industria automotriz, pero jamás hubiera puesto al ingeniero de motores dentro del cockpit, porque sabía perfectamente que con la primera acelerada terminaba contra los guardrails. ¡Y eso que Il Commendatore adoraba sus motores! Decía: “cuando usted compra un Ferrari, está pagando por el motor. El resto se lo doy gratis”.
La diferencia entre ganar carreras y títulos, tener pequeños accidentes o desastres fatales.
Y en mi mundo de círculos permanentes, la corta historia del negocio online tiene ejemplos sobrados de los tres tipos. No merece la pena profundizar en el primero, porque seguramente esos son los modelos virtuosos que todos conocen, los que se destacan y se usan de referencia. Tan fácil de replicar, ¿no? !No!
Es que no hay títulos y carreras para todos, aún en medio de la abundancia digital. Lo primero y fundamental, por sobre cualquier otra cosa, es saber -precisamente- qué carrera merece la pena correrse. Y, en la misma línea, qué coche se adapta mejor a cada carretera. Ni aún regalada podría yo conducir una Testarossa. Primero porque no la podría mantener. Segundo -y más importante- porque con los huecos/baches/agujeros que hay en la ciudad donde vivo, no llego sin accidentarme ni a la primera curva.
En estos últimos días estoy percibiendo ejemplos del segundo tipo, algunos de esos pequeños accidentes que se podrían arreglar con un poco de mazo, masilla y pintura:
TikTok y su nece
sidad de incursionar en el e-commerce y los grafos sociales. Tan centrado, imitado y ejemplar que se lo percibía con su “plataforma de entretenimiento digital”, y resulta que parece que siente de cerca sus asíntotas invisibles, que se le escapa cierto tipo de consumo que considera imprescindible retener. Se ve que el triste ejemplo de Google+ no alcanza para entender que las comunidades y audiencias no se transfieren de un servicio a otro tan alegremente, que las superapps son un concepto difícilmente replicable en el mundo actual. Lo decía Ben Thompson cuando entrevistaba a Eugene Wei en estos días: “…‘¿Por qué no hay superapps chinas?’ — es porque la Internet estadounidense se desarrolló de manera marcadamente diferente a la Internet china…”. Y resulta que la Internet latinoamericana es, también, esencialmente occidental: en escalas diferentes, un clon de la norteamericana. ¡Cuidado con mirar ejemplos equivocados!Youtube enfrentando el complejo mundo de las mediciones de los medios tradicionales. Tan obsesionado por penetrar el consumo audiovisual “lean-back” y capturar platas frescas de otras plataformas (¿más?), se resiste a creer que no alcanza con sus métricas internas para convencer a los anunciantes y agencias en este nuevo segmento. ¿Cómo quebrar esos límites, traspasar esas fronteras? Las grandes plataformas tecnológicas llegarán a casi el 70% de la torta publicitaria mundial en poco tiempo, pero parece que la demanda de crecimiento es irrefrenable. ¿Podrán?
Accidentes Fatales
Me cuesta volver a usar de ejemplo del último tipo, el más peligroso, a mi admirado Disney. Pero, como contaba mi amigo, la sucesión de errores que parecen estar cometiendo podría mostrar una pared cercana que se resisten a ver y que solamente tratan de empujar un poco más hacia adelante (“EL PRECIPICIO”, decía Bob Iger hace 1 año en una entrevista con Kara Swisher que ya he usado varias veces, antes de volver a tomar el timón):
De la triste y repetida historia de la sucesión ejecutiva y las relaciones interpersonales en el mundo laboral corporativo;
Pasando por el dilema del futuro de las señales lineales, aún las deportivas, esas que parecía que iban a resistir el embate de la disrupción digital;
Terminando por la profecía autocumplida: la relación difícil de sostener sin cambios entre los programadores de contenidos lineales y los operadores de cable.
¿Van a lograr salir y serán solo algunos raspones, pequeñas hendiduras? Espero que si, porque son imprescindibles en el ecosistema, un faro, una guía. ¿Van a quedar muy abollados? No soy quien para decirlo, para eso los expertos analistas. Yo lo sufro desde adentro en otras escalas, infinitesimales.
Aprendamos de Don Enzo: el mejor constructor, un piloto mediocre. No quieran conducir el carro que han ayudado a preparar para la alta competencia. ¡Ni lo intenten, es para pocos!