Lo que no tiene es Remedio
"Es un poco como si el ejército albanés fuera a dominar el mundo" (Jeff Bewkes, ex-CEO de Time Warner, 2010)
“No escojas solo una parte,
tómame como me doy,
entero y tal como soy,
no vayas a equivocarte…”
Empecemos por el principio, porque este ensayo tiene mucho sobre el negocio digital y de entretenimiento -novedades y opinión-, pero también algo más. Cada uno sabrá interpretarlo, descubrirlo, imaginarlo.
Ojalá les aproveche, ¿saben? Tómame como me doy, entero y tal como soy…
“… Soy sinceramente tuyo,
pero no quiero, mi amor,
ir por tu vida de visita,
vestido para la ocasión.
Preferiría con el tiempo
reconocerme sin rubor.
Cuéntale a tu corazón
que existe siempre una razón
escondida en cada gesto.
Del derecho y del revés,
uno solo es lo que es
y anda siempre con lo puesto…”
El principio está inmerso en esta breve anécdota. Mi mejor amigo, mi “hermigo”, me escribía luego de leer mi artículo anterior: “Acabo de leer ‘Desde lejos no se ve’. Si bien claramente no soy el público objetivo (NdR: es contador y hace las imágenes para los flyers de su banda de jazz en Excel), no te vua’ mentir, no lo entendí y te diría que este me aburrió. Insisto, no soy el público que debería estarlo leyendo (Cobol es un enigma para mi) y me pareció un poco largo también. Dicho esto, seguí haciéndolo, que lo que noto es que te apasiona ese tipo de divulgación 💪💪💪💪”. (NdR 2: lee sistemáticamente cada envío que redacto, sin saltearse ninguno. Gracias).
Me emocionó mucho ese mensaje, y por eso este es un homenaje para él.
Es que estos momentos de escritura para mi son eso: divulgación. Y sí, me apasiona: opinión, interés propio, devolución, ¿ego? Sí, seguro, debe haber mucho de ego también. La soberbia de creer que lo que yo opino puede interesar a alguien. Suscriptores que se suman y otros que se dan de baja, gente que comenta en los posts o que me envía mensajes privados.
Quizás alcancen con los links que incluyo en el texto, que me gustaría que fueran lo más consumido de estas entregas. Del derecho y del revés, uno solo es lo que es, y anda siempre con lo puesto.
“… Nunca es triste la verdad,
lo que no tiene es remedio…”
Creo que alguna otra vez hice referencia a la mentira y la verdad. Y estos días, entre novedades del mundo de los negocios de esta industria que no me sorprendieron, y reacciones de las personas (y ciertas instituciones) de esa misma industria que sí me sorprendieron, lo que una y otra vez resonaba en mi cabeza era esto: “lo que no tiene es remedio… lo que no tiene es remedio”.
“… Y no es prudente ir camuflado
eternamente por ahí.
Ni por estar junto a ti,
ni para ir a ningún lado.
No me pidas que no piense
en voz alta por mi bien,
ni que me suba a un taburete
si quieres, probaré a crecer.
Es insufrible ver que lloras,
y yo no tengo nada que hacer…".
No sorprenderé a nadie diciendo que la poesía que acompaña la introducción a este ensayo es de Joan Manuel Serrat, enorme artista catalán, uno de mis españoles preferidos, de su canción “Sinceramente tuyo”, que me parece ideal que acompañe sus oídos mientras me leen.
Sus versos seguían como describo aquí arriba, antes de repetir el estribillo, para dejarlos completos para su lectura.
Me gustaría ofrecerles la canción, en vivo y con un Nano joven, fuerte, feliz de estar acompañado por amigos de la vida y de la música. Eso.
Ahora sí, entonces, a la faena.
Nunca es triste la Verdad
Prefiero empezar destacando el valor de la creación humana, porque hablaré de las disrupciones tecnológicas en el contenido y la distribución. Es que yo sigo eligiendo a las personas de carne y hueso, que son las que me conmueven.
Pero, por sobre todo, intentaré hablar de los hábitos.
UNA-VEZ-MÁS. No es mi culpa: son las noticias y las reacciones de aquellos a quienes asumo inteligentes las que no dejan de sorprenderme y me llevan a estas reflexiones.
Decía Steve Jobs (otro “una-vez-más”) un año después del estreno de Toy Story de Pixar, una compañía tecnológica de contenidos en la que había invertido 10 años antes:
En el minuto 16:43 de la entrevista, le introducen una pregunta sobre tecnología y creatividad que responde así:
“Well, I don’t know. I mean, I don’t think about this all the time. One of the differences that I’ve noticed between content and technology… is that... you can hardly find an Apple II around too much anymore. You still can in the schools, but that’s about it.
It’s not clear whether you’ll be able to boot up a Macintosh five years from now or not. And all the products, all these technology boxes and all this software, if it has a life of a year or two, you’re very lucky. If it has a life of five years, it’s extraordinary. And every once in a while, something has a life of 10 to 15 years. And I’ve been lucky to be associated with a few of those products as well. But sooner or later, they all become part of the sedimentary layer, which is the foundation for new innovation.
Disney released its first animated feature film, Snow White, in 1937, that’s 60 years ago. A few years ago, they rereleased it on video and sold 28 million copies, making probably around a quarter billion dollars profits. Sixty years after its initial release.
And I have a young son. We got it, and he loved it. He watched it 30, 40 times. And it really struck me that, I know people on most of the continents of this world and I think everyone I know, knows the story of Snow White. I don’t think I know one person who hasn’t seen it.
And watching my son watch this, it really hit me that these stories renew themselves with each generation of young children.
And you read Joseph Campbell. I mean, these are our myths. And here’s something that’s 60 years old that’s regenerating itself in my son and other young children.
And I think people are going to be watching Toy Story in 60 years, not because of the computer graphics, but because of the story about friendship.
And that’s something really amazing to me, something very different than the industry I worked in in the past. And to have the opportunity to put these stories into the culture like this, if we can work really hard and be lucky again and again, is a rare opportunity.
And I think everybody at Pixar feels really, really privileged to have this opportunity. So that’s what we’re all about. And we want to make these products that, hopefully, will be around for a long time and everybody will get a lot of enjoyment from and learn from.”
He sido particularmente puntilloso en mi definición anterior de Pixar como una “compañía tecnológica de contenidos”. Ese fue su origen dentro de Lucasfilm y por eso es que Jobs decidió invertir allí.
El resto es historia: gente creativa, pero de pensamiento innovador, en combinación con otros creativos, pero orientados a la tecnología, generó una revolución en la industria cinematográfica de animación.
A nadie le dolió, no muchos protestaron. Pixar entró en la industria de producción de contenidos y, por sobre todo, en la preferencia de las audiencias. Se fueron haciendo su espacio a los codazos, hasta que ese modo de producir animación se hizo standard.
Tanto que el estudio de animación de Disney, aquella máquina inigualable de creatividad que durante décadas se llenó de éxitos, no tuvo más remedio que copiar el método. Y, luego de un tiempo, comprar la otra empresa, poniendo a dirigir el nuevo estudio fusionado a estos nuevos ejecutivos innovadores.
Claro, lo que no se cuenta demasiado es que:
Disney Animation Studios estaba pasando por un período de crisis, luego de la partida de Katzenberg para crear su propia compañía, Dreamworks.
Y, por sobre todo, que Pixar necesitó de la otra gran maquinaria inigualable de Disney: su capacidad de distribución mundial de contenidos. ¿Qué hubiera sido de Toy Story si por detrás no estaba Buena Vista Pictures Distribution haciéndose cargo del despliegue de la película en todo el mundo, con la misma relevancia que con sus propios films?
Hoy vemos el declive (¿obsolescencia?) de los grandes estudios de Hollywood. La última joya, la más preciada, Warner Bros Discovery, terminó su subasta y quedó (o quedaría) en manos de Netflix, en su primera gran adquisición multimillonaria.
Y saltaron los reclamos, las denuncias, las presiones lobistas de parte de los gremios creativos y de distribución tradicional:
Que la fusión (¿adquisición?) debe ser bloqueada, siempre bajo el argumento de defensa de un supuesto perjuicio a los espectadores.
Que mientras tanto intentarán llegar a los reguladores, para que las declaraciones se conviertan en acción, por el beneficio de alguien más, que parecen ser ellos mismos, pero no necesariamente.
Que nadie está de acuerdo, aparentemente y en conclusión, con esta libre transacción. Principalmente, creo, porque en este caso ha sido el innovador el que compró al incumbente y no al revés, como en el caso de Pixar. Distinto hubiera sido si alguno de los otros dos oferentes hubiera conseguido el botín, imagino.
Y aquí volvemos a lo que alguna otra vez ya comenté:
Casi 100 años atrás, en 1930, la Federación Americana de Músicos de EE.UU. creó una nueva organización llamada “La Liga en Defensa de la Música” y lanzó una furiosa campaña publicitaria para intentar frenar el peligrosísimo avance de la música grabada.
Gastaron cerca de USD 500.000 en sus piezas promocionales distribuidas en periódicos de todo el país, el equivalente a poco más de 10 millones de dólares de hoy.
Decían a través de sus comunicaciones que la sincronización sonora iba a acabar con el trabajo de los músicos en vivo, que principalmente se habían expandido por toda la nación, actuando en los cines y teatros en donde se proyectaban las películas mudas de los inicios de Hollywood.
La clave de todo no está en la capacidad creativa y los contenidos. Eso está dado por hecho desde antes incluso del comentario halagüeño de Jobs hacia Disney.
La clave es la capacidad masiva de distribución, la atención de las personas y los cambios de hábito de consumo.
Tan simple y tan complicado que, para aquellos que no saben reaccionar a tiempo (casi nunca lo hacen, como postuló tan acertadamente hace décadas Clay Christensen), todo parece una burla hasta que deja de serlo.
Burlas a tiempo y a destiempo, como la de aquel CEO de Warner de 2010 que introducía en la frase que acompaña el título de esta entrega.
Y cuando todo esto sucede, la reacción es siempre la misma: “no me importa el consumidor, sino mi statu quo, pero mejor hago que defiendo al consumidor que suena mejor”. El consumidor hace rato que está en otro lado (y lo saben), y le interesa quedarse ahí (y no les gusta). Y si le acercan el mejor contenido, ¡mucho mejor!
¿Y por qué?
Lo suficientemente inteligentes como para inventar la IA…
Decía Jerry Seinfeld hace un año, en una entrevista con Jimmy Fallon:
“We’re smart enough to invent AI, dumb enough to need it,
and so stupid we can’t figure out if we did the right thing.”
Y así estamos, queridos lectores: desorientados con la nueva cosa. La tecnología se nos metió en medio del consumo y nuestros hábitos diarios, y no sabemos si hicimos lo correcto.
No creo que por estúpidos, más allá de que imagino que Seinfeld tampoco.
Lo que sucede es que esto recién empieza y, como ya sucedió con cada disrupción tecnológica anterior, creemos que todas las cartas están ya sobre la mesa, cuando eso difícilmente sea cierto.
La disrupción actual, de la mano de los LLMs y sus amigotes, es muy diferente a la anterior, y no podemos siquiera intentar compararla con el advenimiento de la PC, Internet o los Smartphones.
Es mucho más profunda, precisamente porque no se mete solamente con la agilización de la distribución y la quita de intermediarios (la creación de nuevos, a decir verdad), sino con la producción de contenidos.
Y esto nunca antes había pasado.
Estamos todos desorientados: consumidores, productores, distribuidores, ejecutivos, empleados, creadores. ¿Esto que acabo de ver es real o es AI? ¿Esta canción la creó una persona o una máquina? Porque confieso que me gustó.
Y todo vale: quedarse quietos, protestar, hacer presión, adherirse, aprovecharse, esperar.
El contraejemplo al negocio audiovisual hoy lo da la industria de la música, que como siempre es de las primeras en verse afectadas (ellos y el periodismo): dar vuelta la página, salirse del lamento y tomar acción proactivamente.
¿Acertados, equivocados? Solo el tiempo dirá. Pero siempre es mejor intentar que protestar, actuar que congelarse, hacerse responsables que buscar culpables. Que todo sucede por algo y por alguien, no nos hagamos los distraídos. Tantas veces dicho que ya aburre.
Como corolario reflexivo, dejo esta historia que vaya uno a saber si es cierta, pero hace sentido en este contexto: “Estaba el filósofo Diógenes cenando lentejas, cuando lo vio el filósofo Arestipo, quien vivía a base de ser sumiso y adular al Rey. Arestipo le dijo: ‘si aprendieras a ser sumiso al Rey, no tendrías que comer esa basura de lentejas’. Diógenes le contesto: ‘si tú hubieras aprendido a comer lentejas, no tendrías que ser sumiso y adular al Rey’”.
Aprender a tiempo para no ser sumiso. Entender donde uno está parado.
P.D. 1: en la búsqueda de sus canciones, me crucé con esta impecable diatriba de un Serrat enojado, pero firme en sus convicciones.
Me gustó porque va muy en línea con lo que siempre pareció ser: una persona íntegra.
Y me gustó también por lo que quiero que transmita este artículo: ese “entender donde uno está parado”, aunque le cueste seguidores que seguramente se fueron enojados (el que le gritó y los otros que aplaudían cuando él pedía silencio). Aunque el futuro pueda ser más pequeño.
Justo a él intentar cruzarlo con una militancia torpe, en medio de un homenaje a su propia obra.
Justo a Nano, un embajador de su cultura e historia en todo el mundo. Un artista orgullosamente catalán que nos enseñó al menos lo básico a quienes no hablamos ese hermoso idioma. Que nos hizo repetir frases que buscaríamos luego en algún diccionario. Pronunciar palabras para las que nuestra boca y nuestro paladar no están preparados.
P.D. 2: sugería que existe un texto subliminal en este ensayo.
Para aquellos que están cerca de mi, y porque escribo por divulgación y para devolver, pero principalmente también escribo para mi, solo quiero que sepan que estoy convencido de que las decisiones son siempre propias.
Con aciertos que solemos destacar, comentar, incluso viralizar en esta modernidad de socialización digital. Esos de los que nos enorgullecemos y que resaltan nuestro ego.
Con errores, que muchas veces tratamos de esconder. Naturaleza humana. O, quizás, porque no logramos entenderlos del todo, y entonces preferimos obviarlos. Tal vez incluso elaborarlos en silencio, mascullarlos hasta que podamos generar un aprendizaje, si fuimos lo suficientemente inteligentes.
Pero no siempre pasa. Porque…
Nunca es triste la verdad. Lo que no tiene es remedio.
(¿Quedó largo otra vez? Si, a vos te pregunto, no te hagas el distraído)


