Esto no es una Pipa
"No tiene sentido contratar gente inteligente y luego decirles qué hacer. Contratamos gente inteligente para que no digan qué hacer" (Steve Jobs)
El algoritmo de X funciona así, guste o no. A mi me gusta. Me permitió curar mi feed, alejarme de lo tóxico, centrarme en los temas que me interesan, mágicamente.
Casi no recurro a ver qué dicen solo las personas que yo sigo: o me quedo en lo que me ofrece Elon (que a veces las incluye) o voy a alguna de mis listas.
Siempre usé listas, era mi manera primaria de aislarme del ruido. Ojalá a Mr. Musk nunca le molesten, me resultan prácticas. Donde le incomoden, las quita. Caprichos.
Así fluyen las cosas en X (ex Twitter): más se consume de algún tema, más te lo ofrece el algoritmo. Antes que generativo, fue y será predictivo. Me causa pena gracia seguir leyendo a los nostálgicos de Twitter poner la aclaración entre paréntesis. ¡Ya supéralo, se llama EQUIS!
Y así uno entiende que dentro de ese mar infinitamente abundante de contenidos hay de todo: bueno, regular y malo. La vida misma en 140 280 miles y miles de caracteres. Tu propia decisión, no te quejes luego.
Seguramente dentro de lo que me nutre recibiré también algún sesgo, porque todo el mundo opina, aún en los mensajes más ascéticos. Un adjetivo por aquí, un verbo de más por allá, algún usuario que paga y escribe larguísimo (como solía hacer yo).
Catarsis mezclada con información. La misma vida. No te sorprendas en lo digital de aquello con lo que convives en lo real.
He escrito de Trung Phan en más de una ocasión. Creo que la última vez que lo cité fue para hablarles de mi propio Segundo Viento.
A Phan lo conocí por Substack, directamente en su newsletter semanal. Luego lo empecé a seguir en X y recién después me apareció recurrentemente en mi curado “Para ti”.
Me alegro de que así sucediera. Mezcla ironías y memes (creo que de su propia inventiva) con buenos análisis de la realidad. Pasea por varios temas. Lo moderno y lo digital está siempre subyacente, meditado.
Es como un remanso entre tanta lectura sesuda. Como tantos otros que se me cruzan, como también Vala Afshar, que esta semana me recordó a aquel Steve Jobs más inusualmente sereno que citaba en el inicio, y agregaba:
“You have to be run by ideas not hierarchy. The best ideas have to win, otherwise good people do not stay…
All of us need to be on guard against arrogance, which knocks at the door whenever you’re successful”
Llamados de atención oportunos, aprendizajes tardíos, tal vez.
Cyberpunk
Entre tanto ruido, toxicidad y urgencias, cada tanto me reconforta que aparezca algo que me permita alejarme del día a día y me ayude a entender cómo es que llegamos donde hoy estamos y qué estamos legando a nuestros hijos.
El mundo se acelera, no hay dudas. Lo que tomaba 10 años, ahora toma 10 meses… o menos. Es casi imposible detenerse a planear con tiempo, porque el tiempo te lleva puesto. Hacer, medir, corregir. Vuelta a empezar. O no.
Me siento afortunado de haber estado en el lugar correcto, en el momento justo. Un par de años antes o un par después no hubiese sido lo mismo. Poco antes de la explosión de la primera burbuja, pero en el entorno ideal y listo para reconstruir.
Da perspectiva. Se entiende todo de otra manera, creo.
Por eso me sorprendí gratamente cuando Trung me acercó este larguísimo ensayo de 1996 de Neal Stephenson en la revista Wired: Mother Earth Mother Board.
Si, está cerrado para suscriptores de la revista, y no, no soy suscriptor. Pero… el viejo mundo en línea, aquel de la Open Web tan fuera de moda hoy en día, ese universo de colaboración pasada, tiene estas ventajas: antes de que existieran los paywalls y que no hubiera otra posibilidad más que buscar centavos digitales hasta debajo de las piedras, existía Web Archive. El querido Wayback Machine guarda una copia de aquel artículo de la revista.
Hoy hasta incluso este emprendimiento fundacional de Internet está en dudas, producto de tantos manoseos con los datos y las propiedades intelectuales.
Quien sabe si perdurará. Mientras tanto, aprovechemos: fueron solo un par de clicks llegar al archivo, simular una impresión, generar un PDF y guardarlo por las dudas. Leerlo… eso es otra historia, casi un libro. Algo difícil ahora, solo para las noches de insomnio. Así que ahí voy, noche por medio.
Sin embargo, mi momento de reflexión se dio casi al principio del texto, muy de la mano de lo que decía el primer tuit que me sorprendió:
“La información se mueve, o nosotros nos movemos hacia ella. Ir a buscarla rara vez ha sido popular y está pasando de moda; hoy en día exigimos que la información nos llegue…
… los cables deforman el ciberespacio de la misma manera que los agujeros de gusano deforman el espacio físico: los dos puntos en extremos opuestos de un cable son, a efectos informativos, el mismo punto, incluso si están en lados opuestos del planeta. Por lo tanto, el poder de deformación de los cables en el ciberespacio cambia la geometría del mundo del comercio, la política y las ideas en el que vivimos.
Luego Stephenson se dedicaba a relatar su viaje por el mundo, persiguiendo la fabricación e instalación del que sería, en aquel momento, el cable submarino más largo de la Tierra: 28.000 kilómetros que permitirían la masividad de la interconexión de Internet. Mil novecientos noventa y seis… hoy existen tantos de esos que terminarán tapando los océanos.
El mismo Stephenson que unos pocos años antes había escrito la novela ciberpunk Snow Crash y acuñó la definición de Metaverso y los Avatares, se embarcaba en un viaje de dos meses como periodista errante.
Pero, de nuevo, mi pensamiento quedó atascado mucho más cerca, en sus primeros párrafos, donde apelaba a su veta de escritor: su definición de la globalización, la proximidad que dan los medios y, sobre todo, Internet, la información a un click de distancia que casi 30 años después nos deja donde hoy estamos, mirando el futuro con algo de escepticismo.
Así como las distancias se han acortado, lo mismo ha sucedido con el tiempo. No solo se achica sino que se curva. Todo es efímero, pero recursivo.
La mirada hacia el pasado quizás permita predecir con algo de certeza el futuro. Si hoy hasta podemos darnos el lujo de traer a Mr. Beast al lado oscuro de la fuerza, a los formatos de la TV tradicional. Y cuestionarle su futuro como creador digital. Disruptor disrupted digo recurrentemente.
En su relato introductorio, el autor comparaba las épocas de los primeros cables submarinos, los telegráficos, y de qué manera se desarrolló aquella tecnología innovadora que maravillaba hasta a su propio creador.
Mensajería instantánea del siglo 19, pero con intermediarios que supieran clave Morse. Los intermediarios digitales del siglo 21 quizás no sepan de códigos tan básicos, son expertos en los criptográficos. Y en no querer liberar ese arbitrio entre las personas.
Lo que pasó con la telegrafía no sucedió con Internet: no solamente no tuvo “un” creador, sino que nos fue llegando de a poco pero sostenidamente, desde antes de esos inicios comerciales de los ‘90 donde se radica el artículo de Wired, hasta el presente. Sin darnos cuenta, tal vez sin maravillarnos, hasta que ocupó el centro y las adyacencias. Nos rodeó. No fue un medio, pareció un fin.
¿El futuro es Internet? Seguro que no. Nada de lo que hoy existe es ya “Internet”. Nada de lo que vendrá lo será.
Por eso aquella utopía de la autopista de la información global y cooperativa hoy se choca contra todas las paredes de negocios, geográficas y geopolíticas. Demasiado en juego.
“Esto no es una pipa” decía la serie de cuadros La Traición de las Imágenes, de René Magritte. No lo eran, solo pinturas a las que no se podía rellenar con tabaco. Ilusiones.
Algo como esta Internet presente y futura. Ilusiones.
Watch and learn…