Decía Ricardo Mollo que la mentira es la última verdad.
Fue hace tan poco como 30 años atrás, en el último fraseo de la canción “¿Qué ves?” de Divididos. Una conclusión, un cierre a su poesía herida de hipocresías, una obsesión que se repite: la mentira es la verdad… la mentira es la verdad… la mentira es la verdad… la mentira es la última verdad.
Vivimos como nunca intermediados por mentiras. En realidad, casi siempre son medias verdades, mezcla de datos ciertos con discursos falsos pero convincentes, aún cuando sean fáciles de contrastar.
Las herramientas de social media y los buscadores han ayudado mucho a su difusión masiva y global, insistente y persistente. No han sido solo las plataformas digitales las responsables, digamos todo. Últimamente vemos a los grandes medios, los más prestigiosos, pidiendo repetidamente disculpas por adelantar información sin la debida investigación.
Sesgos. Sesgos humanos versus sesgos algorítmicos, elige tu propia aventura.
Internet también es esto: abundancia de contenidos para todos los gustos, sin filtro. Tan simple que es buscar, tan sencillo contradecir un dato tirado casi al azar, tan fácil encontrar las trampas, y sin embargo usualmente preferimos quedarnos con una sola fuente. Mucha gente confía y se mantiene en la superficie del iceberg, de un lado de alguna grieta.
Y ahí aparecen entonces las tristemente célebres burbujas, las cámaras de eco: más consumimos de algo, más se nos muestra. Hasta que algún día no muy lejano terminemos personalizando digitalmente nuestro mundo del conocimiento: nuestra propia mentira como única y última verdad.
Encontré esta versión, hermosa y sinfónica, y me pareció maravilloso empezar por aquí, compartiéndoles este remanso:
Ahora sí, a lo que sabemos…
Algunas verdades entre tantas mentiras
Mucho se habla desde hace algunos pocos años -con mayor intensidad en este triste y conflictivo 2023 que termina- del dominio de las grandes empresas tecnológicas y sus algoritmos y desarrollos de Inteligencia Artificial (últimamente MI obsesión).
Casi como un mantra también se repite que la IA viene a quitarnos el trabajo… a quitarnos el trabajo… a quitarnos el trabajo.
Una mentira que puede convertirse en verdad, entre tantas otras que se dicen, casi siempre provocadas por el desconocimiento, la incertidumbre, el miedo. Se contrasta fácilmente, pero mejor no, mejor quedarnos en la superficie. Statu Quo.
Cierto es que estamos aún viviendo eras tempranas -muy tempranas- de cada uno de estos productos, y corremos el riesgo de equivocarnos juzgándolos apresuradamente, para bien o para mal.
Faltan muy poco tiempo para que se cumpla el primer año del lanzamiento de ChatGPT, y se recordaba en estos días un intento fallido de pocas semanas antes: Galactica, de Meta, un modelo de lenguaje para científicos que fracasó estrepitosamente, quizás por salir a destiempo, quizás por no saber explicar su razón de ser.
Pero en las últimas semanas se han anunciado avances maravillosos de tecnología aplicada a la ciencia, en beneficio de la humanidad. Y hoy quisiera entonces destacar eso por sobre lo más liviano y trivial (para el que quiera, lo trivial de estos días fue el dispositivo de IA Humane):
Deepmind, el laboratorio de investigación de Google que tiene por misión llegar a la Inteligencia Artificial general, anunció un modelo de predicción de condiciones climáticas que tiene mejor rendimiento y resultados (a menor costo) que cualquier otro previo de la industria meteorológica.
Esa misma empresa viene trabajando hace varios años con la industria farmacéutica con su producto AlphaFold, que permite predecir la estructura de las proteínas del cuerpo humano, fundamental para poder tratar enfermedades. Hace un par de semanas anunció su nueva versión, AlphaFold 3, que va mucho más allá, y puede facilitar el descubrimiento y diseño de nuevas drogas.
Escribía estos días Bill Gates en sus notas algunas predicciones alrededor de los anuncios de los nuevos agentes de OpenAI, los GPTs. Prefirió dedicar su imaginación a la posible aplicación en Salud y Educación, además de las trilladas en productividad y entretenimiento. Y es justamente en salud donde empieza a verse más luz e inversión temprana.
Se dice con razón que correlación no es causalidad, pero ver tantas novedades en temas sensibles e importantes me da optimismo. Si al final, todos acabaremos como dice el chiste: “cada persona que confunde correlación con causalidad termina muriendo”. Mejor arriba que abajo.
En un extraño y aún incierto evento, Sam Altam acaba de ser despedido de OpenAI. Entre la sorpresa y la intriga, m divierten los tuits irónicos. Rescato este relacionado con mi post de hoy:
“pretty wild that the first job openai took was sam's”
https://x.com/blader/status/1725617975057867177?s=46&t=eYnhdwLlEvWE9P-kgIHK4w